Ahora que Europa empieza a salir poco a poco de la crisis del coronavirus, la emergencia climática está recuperando el lugar que merece en lo más alto de la lista de prioridades de la UE.
El Comité Económico y Social Europeo (CESE), que reúne a organizaciones de la sociedad civil de todos los Estados miembros, ha elaborado un Dictamen en respuesta a una petición de la Presidencia croata del Consejo de la UE, cuyas prioridades son la protección del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático.
Toni Vidan, ponente del Dictamen, hizo hincapié en que el ritmo de la transición dependerá del grado de valentía de los responsables políticos. Ha llegado el momento de impulsar, a escala de la UE, el debate sobre la mejora de la financiación para hacer frente a la cada vez más urgente necesidad de acometer la transición a una economía hipocarbónica. Tenemos que apoyar los proyectos descentralizados de descarbonización y garantizar la participación activa y el sentimiento de pertenencia entre los ciudadanos y las comunidades locales
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Por lo tanto, el CESE acoge favorablemente las recientes Conclusiones del Consejo Europeo y el anunciado Pacto Verde Europeo, que persiguen el objetivo común de garantizar la transición a una economía hipocarbónica. Este plan a largo plazo establece las condiciones para que Europa se convierta en el primer continente neutro en carbono antes de 2050.
El CESE apoya, asimismo, la Resolución del Parlamento Europeo a favor de que el Pacto Verde Europeo constituya el eje del futuro paquete de recuperación y reconstrucción de la UE, un planteamiento clave que contribuirá a acelerar la transición. El CESE subraya que el Plan de Inversiones del Pacto Verde Europeo, junto con el Fondo de Transición Justa (destinado a apoyar a trabajadores y ciudadanos en las regiones más afectadas por la transición), constituyen los primeros pasos en la dirección adecuada.
El coponente, Dimitris Dimitriadis, señaló que con el fin de lograr una transición justa a una nueva economía verde en el período de reconstrucción posterior a la COVID-19, resulta esencial la integración política, social y económica del conjunto de la ciudadanía, las comunidades y las pymes, procurando no dejar a nadie atrás
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Una de las lecciones de esta pandemia que hizo que el mundo se detuviera es que los sistemas energéticos mundiales deben abandonar lo antes posible el uso de combustibles fósiles (gas, petróleo y carbón) para evitar los efectos más catastróficos del cambio climático. Los combustibles fósiles representan el 80 % de la actual demanda mundial de energía primaria y el sistema energético es responsable de aproximadamente dos tercios de las emisiones mundiales de CO2 (según la División de Energía Sostenible de la Comisión Económica para Europa de las Naciones Unidas). Aquellas personas que se beneficiarían de una transición superan con creces a las que se benefician del statu quo. Según un informe del Foro Económico Mundial, en realidad, solo el 1 % de la mano de obra mundial trabaja en el sector de los combustibles fósiles y la mayor parte de los beneficios de esta industria acaba en manos de un número reducido de exportadores de este tipo de combustibles.
Europa y el resto del mundo tienen un largo camino por recorrer. Aunque la producción y el uso del carbón han venido disminuyendo desde hace décadas en la UE, este combustible sigue aportando alrededor de una cuarta parte de la electricidad. Y, a pesar de que la producción de electricidad basada en carbón y lignito disminuyó un 16 % en toda la UE en el segundo trimestre de 2019, la producción de electricidad alimentada con gas aumentó un 39 % (según el nuevo informe sobre el mercado de energía de la Comisión Europea). Si bien es cierto que el gas natural contamina menos que el carbón, con el paso de este a aquel seguiríamos dependiendo de combustibles fósiles.
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