En nuestra galaxia —la Vía Láctea— se crea cerca de una estrella cada año, con su consiguiente proceso de formación planetaria. Astrónomos del proyecto europeos DIGDEEP, con el apoyo del programa Marie Skłodowska-Curie, han descubierto que los discos que rodean a las estrellas recién nacidas emiten vientos que podrían contribuir a la formación de planetas y a su situación en la galaxia.
Que las estrellas acumulan y expelen materia mediante vientos y chorros cuando se forman era un dato conocido. Sin embargo, hasta ahora, no se sabía si la materia se expelía de la estrella nueva o de su disco protoplanetario circundante. Según afirma Tom RAY, profesor de la Facultad de Física Cósmica del Instituto de Estudios Avanzados de Dublín (DIAS): «Los resultados de DIGDEEP muestran claramente que proceden de la región interna del disco. Este tipo de vientos del disco alteran las condiciones del propio disco. Lo que deseamos averiguar es cómo afecta esto a la formación de planetas rocosos. Los vientos y chorros podrían ser un ingrediente fundamental en la formación de planetas similares a la Tierra».
La investigación
La investigadora Rebeca García López, —coordinada por el investigador Ray—, durante el proyecto DIGDEEP estudió el radio que rodea a las estrellas jóvenes a la distancia de cinco unidades astronómicas y que contiene lo que los astrónomos denominan la «zona de habitabilidad» o «zona Ricitos de oro», llamada así porque, a esta distancia, el entorno no es ni demasiado caliente ni demasiado frío para albergar vida. La Tierra, por ejemplo, está a una unidad astronómica de distancia del Sol.
La observación detallada de la formación estelar a unos cuatrocientos años luz de distancia es imposible mediante telescopios normales. Sin embargo, García López utilizó el interferómetro GRAVITY, un instrumento sofisticado en cuyas fases de construcción y prueba ella misma participó dentro de un consorcio europeo con compañeros del DIAS. Este instrumento se encuentra en el Observatorio Europeo Austral en el norte de Chile.
Ray explica: «La unión de varios telescopios a grandes distancias de cientos de metros permite simular un telescopio de cientos de metros de diámetro. Si el objeto a observar es lo suficientemente brillante, podemos resolverlo y observar al detalle la zona terrestre del disco».
El estudio de una muestra de estrellas recién nacidas permitió a García López y su equipo obtener más datos sobre las condiciones generadoras de planetas rocosos que se producen en un disco protoplanetario. Estas condiciones las trasladó a simulaciones informáticas para reproducir el modo en el que se produce la formación planetaria y obtener datos sobre cómo acaban los planetas en la zona de habitabilidad. Ray concluye: «Este tipo de simulaciones muestra que los vientos del disco reducen la densidad de este, lo cual puede evitar que los planetas embrionarios migren arrastrados hacia el interior del sistema. Sin vientos del disco, Júpiter podría haber acabado como un Júpiter caliente o incluso haber caído en el Sol».
Los vientos exteriores de los discos protoplanetarios se convierten en chorros que se alargan durante varios años luz. Sabemos que estos chorros son un componente integral de la formación planetaria. «Cuando observamos un chorro bonito en un criadero de estrellas como Orión, sabemos que se trata de un indicio de nacimiento estelar y también de nacimientos planetarios», informa García López.
Deja una respuesta