El uso de plaguicidas es una de las principales causas de contaminación, ya que contaminan el aire, el suelo y el agua, destruyen la biodiversidad y generan resistencia a las plagas. La exposición humana a los plaguicidas químicos se ha relacionado con enfermedades crónicas como el cáncer y problemas cardíacos, respiratorios y neurológicos.
Las investigaciones más recientes sobre los efectos de los plaguicidas químicos en la salud humana y los ecosistemas europeos se recogen en el nuevo informe de la AEMA «Cómo afectan los plaguicidas a la salud humana y los ecosistemas en Europa», que también ofrece buenas prácticas para reducir su uso y riesgo en toda Europa. En él se muestran métodos eficaces para reducir el uso de plaguicidas y gestionar los peligros que conllevan sin poner en peligro el suministro de alimentos.
Uso e impacto de los plaguicidas: lo que sabemos
El sector agrícola europeo sigue dependiendo del uso de grandes volúmenes de plaguicidas químicos para mantener el rendimiento de los cultivos, y el volumen de ventas de plaguicidas se ha mantenido estable en la última década. Los plaguicidas también se utilizan en la silvicultura y a lo largo de carreteras y vías férreas, así como en parques públicos, zonas de recreo o jardines muy frecuentados por el público, en particular por niños, mujeres embarazadas y ancianos, grupos más vulnerables a los plaguicidas.
De 2011 a 2020, las ventas de plaguicidas en los Estados miembros de la UE-27 se mantuvieron relativamente estables en torno a 350.000 toneladas anuales.
En 2020, se detectaron uno o más plaguicidas por encima de los umbrales de preocupación (un riesgo para la salud humana) en el 22% de todos los lugares de seguimiento en ríos y lagos de toda Europa. En cuanto a la contaminación del suelo, el 83% de los suelos agrícolas analizados en un estudio de 2019 contenían residuos de plaguicidas.
La contaminación por plaguicidas es uno de los principales motores de la pérdida de biodiversidad en Europa. En particular, el uso de plaguicidas ha causado disminuciones significativas en las poblaciones de insectos, amenazando las funciones críticas que desempeñan en la producción de alimentos, en particular la polinización de la mayoría de los cultivos de frutas y verduras.
Las personas están expuestas a los plaguicidas principalmente a través de la dieta, incluidos los alimentos y el agua potable, así como por pasar tiempo en zonas donde se aplican plaguicidas y, en el caso de los trabajadores agrícolas, en el lugar de trabajo. Un estudio de biovigilancia humana a gran escala realizado entre 2014 y 2021 en cinco países europeos detectó la presencia de al menos dos plaguicidas en el organismo del 84 % de los participantes en la encuesta.
Los niveles de plaguicidas eran sistemáticamente más altos en los niños que en los adultos, siendo los niños especialmente sensibles a los efectos negativos de las sustancias químicas en la salud. La exposición humana a los plaguicidas químicos está relacionada con una serie de enfermedades crónicas graves, como el cáncer y las enfermedades cardiacas, respiratorias y neurológicas, así como con retrasos en el desarrollo de los niños.
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Cumplir los objetivos: reducir el uso de plaguicidas
En 2020, la Estrategia «de la granja a la mesa» de la Comisión Europea introdujo dos objetivos de reducción de plaguicidas: una reducción del 50% en el uso y el riesgo de plaguicidas químicos y una reducción del 50% en el uso de plaguicidas más peligrosos. La Estrategia es un elemento clave del Pacto Verde Europeo y pretende que los sistemas alimentarios europeos sean justos, sanos y sostenibles. La consecución de los objetivos requerirá más trabajo por parte de los responsables políticos de la UE y los Estados miembros, señala la nota informativa.
La Comisión Europea propuso recientemente un nuevo reglamento sobre el uso sostenible de los plaguicidas, que exigiría a los países fijar sus propios objetivos nacionales de reducción, garantizar que todos los agricultores y otros usuarios profesionales de plaguicidas adopten sistemas de control de plagas respetuosos con el medio ambiente y restringir el uso de plaguicidas en zonas sensibles como las zonas verdes urbanas y las áreas protegidas. Otras medidas analizadas en el informe son la formación de usuarios profesionales y asesores, incentivar la transición a la agricultura ecológica y de precisión, y gravar con impuestos los plaguicidas más peligrosos.
Para reducir la dependencia de los pesticidas químicos y mantener la seguridad alimentaria, también será fundamental promover el cambio a modelos alternativos de agricultura que apliquen conceptos y principios ecológicos a la producción agrícola, sugiere el informe de la AEMA.
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