Con motivo de la celebración del Día de Europa, desde el Centro de Documentación Europea de la Universidad de Almería (CDE UAL) invitamos el pasado 8 de mayo a D. Javier Roldán Barbero, Catedrático de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad de Granada, a tener un encuentro para charlar sobre la Unión Europea en la que analizó desde las causas que originaron su nacimiento hasta el estado actual de la UE y su papel en el mundo, profundizando en temas como las instituciones de la UE, el papel del Parlamento Europeo y la importancia de las próximas elecciones europeas del 9 de junio en España, la ecología, la inmigración, los nacionalismos emergentes en Europa, la relación con Rusia y Estados Unidos y el nuevo orden mundial.
Este acto inaugura una nueva sección del CDE UAL que bajo el epígrafe “euroencUEntros” trataremos de mostraros la importancia que tiene la Unión Europea y acercaros un poco más las políticas y normativas que emanan de ella y que afectan de lleno a nuestra vida diaria. La finalidad última de esta sección es tomar conciencia del entorno en el que vivimos para poder ser partícipes y actores críticos de los cambios que se producen en el seno de la Unión Europea y tratar de conseguir un mundo en el podamos todos vivir en paz.
A continuación, os dejamos un extracto de sus declaraciones y al final del texto podréis encontrar un enlace al video completo de la entrevista:
Para empezar, Javier Roldán nos explica de forma resumida las condiciones que propiciaron la necesidad de la reunificación de Europa hasta llegar a la declaración de Robert Schuman, Ministro francés de Asuntos Exteriores, quien el 9 de mayo de 1950 sostuvo que la guerra entre Francia y Alemania, rivales históricos, resultaría «no sólo impensable, sino materialmente imposible» y que “Europa no se haría de un golpe si no a través de solidaridades, creando cooperaciones entre los Estados”. De hecho, para Javier Roldán “Europa se ha ido moviendo a golpe de crisis pese a todas las denuncias de europesimismo, euroescepticismo, euroesclerosis”.
Cree que “identificar a la Unión Europea con Europa hay que hacerlo con reservas” ya que de una parte existe la Unión Europea y los Estados que la conforman, y de otra lo que es el concepto de Europa como un espacio geográfico y “una Europa de valores, cultural en la que puede haber algún elemento excluyente o xenófobo”.
Hace una analogía sobre el funcionamiento de las principales instituciones existentes en la Unión Europea con el funcionamiento de un Estado. Aunque no se trate de un Estado propiamente dicho, ya que la soberanía recae sobre los Estados miembros, sí sostiene que “la Unión Europea va asimilándose a un modelo estatal federal”, aunque “los Estados Unidos de Europa están muy lejos”. Describe las siete instituciones más importantes de la Unión Europea (Parlamento Europeo, Consejo Europeo, Consejo de la Unión Europea, Comisión Europea, Tribunal de Justicia de la Unión Europea, Banco Central Europeo y Tribunal de Cuentas) y explica cómo hay “instituciones que representan a los Estados e instituciones que representan a los intereses europeos”, existiendo un equilibrio entre los intereses estatales y los supranacionales, aunque sostiene que “incluso en las instituciones supranacionales la sombra del Estado es alargada”.
En cuanto al Parlamento Europeo, nos explica cómo ha cambiado su papel, que “en principio era una asamblea consultiva, a donde iban los parlamentarios nacionales, que se desdoblaban” hasta que a partir de 1979 se elige por sufragio universal, siendo el “único ensayo de democracia supranacional que hay en el mundo”.
Hace hincapié en que “la clave nacional en el Parlamento Europeo sigue estando muy presente” y explica la circunscripción nacional de estas elecciones. Advierte de que hay que combatir el hecho “de ver las elecciones europeas como una elección nacional, local” echándose de menos “un ‘demos europeo’, una visión paneuropea”.
Aclara que el Parlamento Europeo tiene un carácter legislativo y que “el 90 por ciento de las normas europeas, reglamentos, directivas, las toman al alimón el Parlamento Europeo y el Consejo de ministros. Por tanto, es un sistema bicameral” por lo que habría una doble legitimidad ya que una norma “tiene que estar respaldada por los Estados y por los ciudadanos representados en el Parlamento Europeo”. Las directivas europeas “se tienen que incorporar, se tienen que transponer al derecho nacional y eso pasa desapercibido para gran parte de los ciudadanos”. Revela cómo “los gobiernos nacionales son en ese sentido ventajistas, porque lo que les interesa dicen: ‘no, nosotros hemos promovido esto’. Se olvida y se oculta el nombre de Europa”.
Defiende que el Parlamento Europeo es una instancia de poder ya que “hay lobbies, hay corrupción y hay soborno y hay espías rusos”, recordando algún caso de corrupción, como el ‘Qatargate’, y el problema de la desinformación con la incursión de Rusia y China, encontrándonos pues ante un reto ya que “han cambiado las tornas y la Unión Europa, más que infiltrarse en otros países para promover los derechos humanos, ahora se ve amenazada por autocracias que se intentan inmiscuir, dividir”. A partir de los escándalos el Parlamento Europeo aprobó un registro de transparencia donde los europarlamentarios y los lobbies están obligados a comunicar los encuentros, aunque “sigue existiendo el riesgo de que haya intereses espurios”. Manifiesta que en el Parlamento Europeo hay menos disciplina de grupo que en el Congreso de España, “los grupos políticos son más abiertos, más permeables, y eso explica que haya quizás más independencia de cada diputado europeo a la hora de votar en un sentido o en otro”, y deja abierta la posibilidad de que, en todo caso, la sombra siniestra de los lobbies siempre puede estar presente.
En cuanto al tema de la pérdida de la identidad nacional por parte de los países miembros, Javier Roldán sostiene que puede ser que en Europa se legisle demasiado, aunque “en nuestro mundo actual, cada vez más cosas se deben decidir a nivel europeo, porque el Estado es manifiestamente pequeño e incapaz de abordar”. Se muestra convencido de que “desde el punto de vista español, nuestros intereses están mejor salvaguardados en el plano europeo”, tanto a nivel medioambiental como para, en su momento, asentar nuestra incipiente democracia. Ve con buenos ojos que a veces se europeícen asuntos internos, como por ejemplo cuando “la Unión Europea ha ejercido de mediador para intentar desbloquear el Consejo General del Poder Judicial”.
Ante el posible crecimiento de la ultraderecha en las próximas elecciones del 9 de junio, “que reivindican una Europa de las naciones, de los Estados”, advierte del “peligro de encontrarnos con un Parlamento Europeo que no se quiere a sí mismo” y por eso cree importante ir a votar. Analiza las distintas sensibilidades de la ultraderecha europea, sus puntos de encuentro y sus diferencias, concluyendo con el peligro de la existencia de estas corrientes nacionalistas.
En cuanto a la relación de la Unión Europea con Rusia, por un lado, evidencia el fallo de la apuesta alemana que se sustentaba en la creencia de que “a través del comercio, no habrá guerra, porque la interdependencia entre los países será tan grande, que Rusia no se atreverá nunca a atacar”, y por otro manifiesta la necesidad de reestablecer en un futuro la relación con Rusia, aunque cree que “Ucrania debe de marcar los términos y los plazos de la capitulación”. Entiende que este conflicto “ha servido para replantearnos nuestro modelo energético y buscar una transición ecológica”, aunque lo ve complicado debido a la carencia de medios suficientes para ser autónomos.
Da cuenta de que hay quienes pretenden ralentizar el desarrollo de la Ley Europea de restauración de la naturaleza y los ritmos del Pacto Verde Europeo para conseguir una economía circular. Entiende que “el ecologismo trae un malestar social también” y que hay Estados e intereses supranacionales que quieren paralizarlo, concluyendo que “desde el punto de vista social y político, desgraciadamente […], yo creo que hay una vuelta atrás”.
Partiendo de la idea de que “el tema de la inmigración es foco de desinformación, de extremismo, de populismo” y exponiendo cómo distintos gobiernos europeos abordan el tema migratorio, está convencido de que de cara a las próximas elecciones del 9 de junio se “debe de hacer pedagogía, de decir verdaderamente cuales son los retos de la inmigración” teniendo constancia además que, según informes recientes del Banco de España, “Europa necesita 24 millones de trabajadores extranjeros para sostener las pensiones”.
Partiendo de la base de que el Brexit se debió en buena parte a la inmigración, se pregunta “¿qué ha conseguido el Reino Unido? Nada, está aumentando el número de inmigrantes ilegales”. Tiene muy claro que al Reino Unido no le va mejor en un mundo lleno de redes e interdependencias.
Teniendo en cuenta que “la política exterior se decide por unanimidad, y eso es una rémora, porque hace falta poner de acuerdo a los 27 Estados”, analiza cómo en el caso de la Guerra de Ucrania ha sido más fácil llegar a un acuerdo, aunque la sensibilidad es distinta según de qué países estemos hablando. “Sin embargo en el tema de Gaza la división es muy grande. La Unión Europea apenas ha podido aprobar una resolución pidiendo un alto el fuego” lo que demuestra que las posiciones son muy distantes. Entiende que a “la política exterior de la Unión Europa le falta solidaridad y le falta afinidad”, y analiza por último el papel que ha desempeñado el Alto representante de la Unión Europea.
Sobre la importancia de las próximas elecciones en Estados y como ahora la Unión Europea ha pasado de ser una potencia civil (‘soft power’) a tener un lenguaje militarista “comprando y vendiendo conjuntamente armamento”, se cuestiona “hasta dónde podemos seguir gastando manteniendo la paz social, la justicia social, el estado social de derecho”. Según los analistas, Europa necesita a los Estados Unidos, aunque ahora se habla de una autonomía estratégica de Europa en varios ámbitos: energético, ambiental, militar… para que Europa dependa de sí misma. Aclara que actualmente “vivimos una suerte de nueva guerra fría, en dónde los Estados y las regiones se tiene que alinear, o bien con China y Rusia, o bien con Estados Unidos” y denuncia que “hay una amenaza, hay un riesgo para las democracias occidentales” aunque advierte que “esa política militarista puede ser contraproducente, en el sentido de no prepararnos para la guerra, sino incentivarla”.
Para Javier Roldán, el trumpismo se basa en la imprevisibilidad ya que “los líderes conservadores actuales se caracterizan, no tanto por defender el orden sino por estar enajenados”. Teme que un segundo mandato de Donald Trump pueda ser más imprevisible aún si cabe y analiza sus buenas relaciones con Rusia y su posición con respecto a la guerra de Ucrania. Cree que Donald Trump “se lleva mejor con las autocracias que con las democracias” y que desprecia a Europa, por lo que la Unión Europea se está equipando de cara a un triunfo del trumpismo.
Como europeísta convencido, defiende el papel de la Unión Europea como potencia normativa y señala el problema de la pérdida de los valores democráticos en el mundo, y en la Unión Europea también, pudiéndose comprobar como en materia de inmigración “las organizaciones internacionales, ONGs, la ONU… reprochan a la Unión Europea, porque la Unión Europea está violando el principio de la no repatriación por parte de los Estados y por parte de Frontex, que es una agencia de la Unión Europea”. Denuncia que vivimos “en un tiempo en el que las autocracias están cada día más potentes” y en el que “Europa está perdiendo poder” creándose un mundo menos democrático.
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