Lamento profundamente el fallecimiento del Papa Francisco, una luz de humildad y compasión.
Su dedicación a fomentar la unidad y el entendimiento entre todas las personas ha tenido un profundo impacto en nuestras comunidades.
En las primeras páginas de la Biblia, encontramos la historia de Babel, un símbolo de lo que ocurre cuando la ambición humana supera a la humildad. El pueblo, unificado en el lenguaje pero impulsado por el orgullo, intenta construir una torre hacia el cielo, un proyecto de pura jerarquía y control. Pero sin unos cimientos arraigados en el significado compartido, la responsabilidad y la verdad, la estructura se derrumba en la confusión y la fragmentación. Esta historia no es un mero castigo divino, sino una advertencia: cuando nos esforzamos por alcanzar la grandeza sin basarnos en el servicio, la cooperación y la humildad, invitamos al caos.
El Papa Francisco ha insistido a menudo en que, al construir nuestras ciudades, no debemos aspirar a alturas elevadas, sino centrarnos en el humilde compromiso diario con la inclusión y la comunidad. Como sabiamente afirmó: «No se trata de seguir levantando la torre, sino de ensanchar la plaza, de hacer espacio, de dar a cada persona la posibilidad de realizarse a sí misma y a su familia y de abrirse a la comunión con los demás.»
Honremos su legado abrazando estos principios, trabajando juntos para crear espacios donde cada individuo pueda prosperar y conectarse con los demás en armonía.
Kata TüttőPresidenta del Comité Europeo de las RegionesPara más información: Comité Europeo de las Regiones.
Deja una respuesta